miércoles, 12 de febrero de 2014

Ponle los signos que quieras

Canta con cuidado. Musa indiferente,
que tus notas hieren mi recuerdo.
Sabes que existes, en el dolor de mi alma,
y desde allí, lo que digas tiene eco a mi infinito.

Como un deseo líquido, te deslizas con tibieza,
pero… dejas huellas indelebles y profundas.
Me quieres mirar con sueños íntimos,
pero… sabes que te nombro de frente al viento.

Me anuncias como aquel, igual a todos,
y dices que me burlo de tu duelo.
Te digo que yo nunca te profano,
y que sólo esbozo letras tristes.

No hago nada, sólo escribo.
¿Escribir es hacer nada? me preguntas.
Y me quedo callado y suspirando
Y dices que no fuiste tú, la que hizo el daño.

De nada valen los lamentos querida. Muerte
si son sólo pobres lastimeros gritos. 
De nada sirven los tormentos. Inspiración mancillada
si se presentan como los embustes más sinceros.

¡Cállate! me dices con angustia soberana,
que te pareces a lo que más odio.
Y yo… huyo con mi sensación de pérdida,
pues sólo soy, lo que un día hundiste.

Ha pasado tanto tiempo, que el siguiente segundo tiembla,
y el blanco techo nos espera sereno.
Cuando vuelvas apreciada Señora
tráeme un manto nuevo, y tápame de tu silencio.

Huye mientras puedas, angustiada Diosa.
Lávate de mi olvido provocado por ti,
que la única manera de saber que existes,
es teniéndote, presente como la sombra de mi sombra.

Por fin puedo explicarte, por qué te dije Aquí y Ahora.
Si me llevas en tus piernas infinitas,
que no quede rastro del camino.
Si me dejas con tu ausencia permanente,
entonces.
Atente a lo que escribo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario