lunes, 19 de mayo de 2014

Experiencia en culto cristiano privado

Hace un tiempo vengo experimentando una sensación muy extraña, desde pequeña me han inculcado la religión católica, y sí, es de mi agrado, pero creo a mi manera, pues no asisto generalmente todos los domingos a la iglesia y le rezo a Dios desde cualquier lugar. Mi hermana mayor, una persona que a lo largo de su vida, se ha esforzado por ser un excelente humano, por tener buenas calificaciones e incluso actualmente, obtener buenos puestos de trabajo, se involucró amistosamente con un grupo de personas cristianas. No fue ninguna sorpresa, de un tiempo para atrás me di cuenta que su forma de pensar había cambiado un tanto, sus gestos y su trato para con los demás, conmigo era un claro ejemplo, nunca tuvimos una muy buena relación, y desde ese entonces, no recuerdo tener un mal rato a su lado. Lo cierto es que un día me invito a dar una vuelta, por sorpresa llegamos a un edificio ubicado cerca de la Lotería de Bogotá, donde se reunían sus “nuevos amigos” a rezar los fines de semana. Para mi, fue demasiado incómodo, no creía, ni me agradaban esos cultos privados, porque cuando fui niña, tuve muy malas experiencias, pues al lado de mi casa había una iglesia cristiana.

Las expresiones corporales, emocionales y semióticas de este grupo de personas empezaron a ser agradables después de un tiempo, ellos se dieron cuenta de mi incomodidad, pero hicieron de todo para que esa incomodidad, con el pasar del tiempo, fuera desapareciendo. Lo cierto es que cuando empezaron a rezar, constantemente yo abría, los ojos para ver los movimientos de cada una de las personas que allí nos encontrábamos, para sorpresa mía, era yo la única que los tenía abiertos, cada uno de ellos, estaba en posición de dar gracias, y seguir con su oratoria matutina. 

Cuando ellos pusieron los ojos en mí, se acercaron y pusieron sus manos enzima de mi espalda, cada uno de ellos empezó a rezar con tanta fé, con tanta pasividad, entendimiento y amor, que mi forma de pensar de un momento para otro se transformó, esa inseguridad que sentí al entrar allí, desapareció en forma de sudor y ganas de vomitar, no sé si llamarlo transformación, exorcismo, redención , pero lo único que recuerdo de ese instante, fue que me sentí cómoda, mis tristezas se transformaron en un infinito abrazo para mi hermana, a quien ahora le agradezco, por haberme quitado ese día ese gran peso, pues fueron días difíciles. 

A ellos, a quien no sé si algún día se encuentren con este escrito, no volví porque creo que me cundí nuevamente, pero, volví a mi creencia. Dios está en mí, y sigo más consciente que nunca que es a mi manera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario